Aunque la utópica búsqueda de la transparencia del ser es lo que todos proclaman, este es un privilegio que corresponde a muy pocos y que demanda un trabajo muy exigente con la propia conciencia. El condicionamiento social, la cultura y las particulares circunstancias de vida de cada persona limitan de alguna forma la verdadera naturaleza de todos. Los más osados terminan mostrándose ante el mundo, pero muchas veces pagan esa libertad esencial con el juicio o el rechazo. Los más inteligentes por el contrario, desarrollan una capacidad brillante para la clandestinidad y se vuelven diestros en cultivar un ser interior que les permite muy hábilmente, mostrar otro ser mucho más conveniente y diplomático al exterior. Se llama adaptación y no es enjuiciable. Al contrario, es admirable. Pareciera que no mostrarnos tal cual como somos es a veces necesario para armonizar con el entorno. Terminamos entonces todos siendo clandestinos de nuestra propia existencia. Se respetan en apariencia normas con las cuales se esta en contra; se prefiere mediar entre posiciones yuxtapuestas antes de librar luchas por los propios ideales; se mide la palabra y con ella, las verdaderas emociones del ser por no generar terceras situaciones de agravio; y se circundan situaciones para que tengan finales lo mas felices posible, cuando en realidad lo mejor es el corte radical de lo que molesta.
Fluir lo llaman algunos, y es ir por la vida acomodándonos a lo que vaya sucediendo sin resistencia. Sin embargo, esta actitud esconde, oculta y ensombrece lo que verdaderamente somos: bueno o malo (en términos muy relativos). Un ser desconocido al mundo nos habita, estamos llenos de secretos, somos clandestinos ante el resto de la gente. Por eso la verdadera espiritualidad consiste para mí en sincerar esa clandestinidad sin prejuicios.
Muy difícil, ¿cierto? Sobre todo si consideramos que queremos lograr el éxito en el mundo terrenal y eso implica comulgar aunque sea en forma aparente,con lo que en fondo contradecimos. Ser realmente transparentes nos costará algunos enemigos, el cierre de algunas puertas sociales y la crítica de mucha gente. Además de la lentitud o el fracaso de muchas conquistas materiales. Por eso todos guardamos un ser clandestino y prudente que solo hace su estelar aparición en soledad.
El asunto es que existe ese ser reguardado detrás de otro. A media luz, a veces se asoma y a veces se esconde. Lo importante es hacer consciencia de que existe y sobre todo conocer los riesgos o las ganancias de dejarlo salir.
Besos Brujos.
Imagen: Arcano XVII; La Luna. Tarot of Dreams de Ciro Marchetti
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